martes, 20 de agosto de 2013

EVA 23: explorando la frontera


Mantengo los ojos cerrados mientras escucho a Chris hacer la cuenta atrás de la presión atmosférica dentro de la esclusa – ya está cerca de cero. Pero no estoy cansado, ¡más bien al contrario! Me siento completamente recargado, como si fuera electricidad en vez de sangre lo que corre por mis venas. Sólo quiero asegurarme de experimentar y recordarlo todo. Me estoy preparando mentalmente para abrir la puerta porque esta vez seré el primero en salir de la Estación. A lo mejor me viene bien que ahora sea de noche: al menos no habrá nada que me distraiga. 

Cuando leo 0.5 psi, llega el momento de girar la manivela y tirar de la compuerta. Fuera está completamente negro, pero no el color negro, sino más bien una completa ausencia de luz. Un espectáculo que me absorbe mientras me inclino para enganchar nuestros cables de seguridad. Me siento completamente tranquilo mientras giro mi cuerpo para dejar pasar a Chris. En cuestión de segundos, terminamos los chequeos recíprocos y nos separamos. Incluso aunque nos dirigimos más o menos a la misma parte de la Estación Espacial Internacional, nuestras rutas son completamente distintas, poniendo en marcha la coreografía que hemos estudiado meticulosamente. Mi ruta es directa, hacia la parte trasera de la Estación, mientras Chris tiene que ir primero hacia la parte frontal para enrollar su cable alrededor de Z1, la estructura central que está encima del Node 1. En este momento, ninguno de los que estábamos en órbita o en la Tierra podríamos imaginar cuando influiría esta decisión en los eventos del día.

Luca Parmitano durante la EVA 23 / Imagen: NASA
Pongo especial atención a cada movimiento mientras me dirijo hacia el saco protector que dejamos fuera la semana pasada. No quiero cometer el error de sentirme tan cómodo como para estar relajado. Dentro del saco encuentro los cables que forman parte de la que probablemente sea mi tarea más difícil del día. Tengo que conectarlos a los conectores externos de la Estación, mientras al mismo tiempo los sujeto a la superficie con pequeños alambres de metal. Ambas operaciones requerirán que utilice mucho mis dedos, y sé por experiencia que será una labor extenuante debido a los guantes presurizados.

Chris Cassidy / Imagen: NASA
Chris conectó parcialmente el primer cable la semana pasada, así que sujeto la parte que sigue sin atar y la guío con cuidado hacia el conector. Después de una dificultad inicial, informo a Houston de que he completado la tarea y estoy preparado para el segundo cable. Después de hacerme con el siguiente cable, me muevo en la que creo que es la posición más difícil para trabajar en toda la Estación: estoy literalmente atrapado entre tres módulos diferentes, con mi visera y mi PLSS (mi “mochila”) a sólo unos pocos centímetros de las paredes externas del Node 3, Node 1 y el laboratorio. Con mucha paciencia y con un considerable esfuerzo, consigo ajustar un extremo del segundo cable al conector. Después, moviéndome ciegamente hacia atrás, me libero de la incómoda posición en la que he tenido que trabajar. En tierra, Shane me dice que voy casi 40 minutos por delante de lo planeado, y Chris también va por delante en sus tareas.

En este preciso instante, mientras pienso en cómo desenrollar el cable cuidadosamente (se está moviendo de un lado a otro como poseído en la ingravidez), siento que algo va mal. La inesperada sensación de agua en la nuca me sorprende – y estoy en un lugar donde preferiría no tener ninguna sorpresa. Muevo mi cabeza de lado a lado, confirmando mi primera impresión, y con un esfuerzo sobrehumano me obligo a informar a Houston de lo que estoy notando, sabiendo que podría significar el final de esta EVA. En tierra, Shane confirma que han recibido mi mensaje y me pide que espere instrucciones. Chris, que acaba de terminar, sigue cerca y se mueve hacia mí para ver si puede ver algo e identificar la fuente del agua en mi casco.

Al principio, ambos estamos convencidos de que debe ser agua potable de mi contenedor, o si no, es sudor. Pero yo creo que el agua es demasiado fría para ser sudor, y lo más importante, puedo notar como está aumentando. Tampoco puedo ver ningún líquido saliendo de la válvula para beber agua. Cuando informo a Chris y Shane, inmediatamente recibimos la orden de “terminar” la salida. La otra posibilidad, “abortar”, es usada para problemas más serios. Me dan instrucciones para volver a entrar en la esclusa. Juntos decidimos que Chris debería asegurar todos los elementos que están fuera antes de volver sobre sus pasos hacia la esclusa. Es decir, él irá primero hacia la parte frontal de la Estación. Así que nos separamos.

Luca "atascado" entre 3 módulos.
Mientras vuelvo por mi ruta hacia la esclusa, estoy aún más seguro de que el agua sigue aumentando. La noto cubriendo la almohadilla de mis auriculares y me pregunto si perderé la señal de audio. El agua también ha cubierto prácticamente la parte frontal de mi visera, adhiriéndose a ella y oscureciendo mi visión. Me doy cuenta de que para superar una de las antenas en mi ruta tendré que mover mi cuerpo en una posición vertical, también para que mi cable de seguridad pueda desenrollarse con normalidad. En ese momento, mientras me pongo cabeza abajo, pasan dos cosas: el Sol se pone, y mi habilidad para ver – ya comprometida por el agua – desaparece por completo, haciendo inútiles a mis ojos; pero peor que eso, el agua cubre mi nariz – una sensación realmente horrible que empeoro sacudiendo mi cabeza en un intento en vano de mover el agua. La parte superior del casco está llena de agua y ni siquiera puedo estar seguro de si la próxima vez que respire llenaré mis pulmones con aire y no con líquido. Para complicar más las cosas, me doy cuenta de que tampoco puedo entender hacia qué dirección debo dirigirme para volver a la esclusa. No puedo ver más allá de unos pocos centímetros por delante de mí, ni siquiera lo suficiente para distinguir las asas que utilizamos para movernos alrededor de la Estación.

Intento contactar con Chris y Shane: escucho mientras hablan entre sí, pero sus voces suenan débiles: apenas puedo oírlos y apenas pueden oírme. Estoy solo. Me pongo a pensar frenéticamente en un plan. Es vital que consiga llegar adentro tan rápido como sea posible. Sé que si me quedo donde estoy Chris vendrá a buscarme pero, ¿cuánto tiempo tengo? Es imposible saberlo. Entonces recuerdo mi cable de seguridad. Su mecanismo de retroceso tiene una fuerza de alrededor de 3 libras que me “empujarán” hacia la izquierda. No es mucho, pero es la mejor idea que tengo: seguir el cable hasta la esclusa. Me obligo a mantenerme tranquilo y, localizando pacientemente las asas a través del tacto, comienzo a moverme, todo el rato pensando en cómo eliminar el agua si llegara a alcanzar mi boca. La única idea que se me ocurre es abrir la válvula de seguridad en mi oreja izquierda: si creo una despresurización controlada, debería conseguir expulsar algo de agua, al menos hasta que se congele por sublimación, lo que pararía el flujo. Pero hacer un “agujero” en mi traje sería realmente la última opción.

Mission Control, Houston / Imagen: NASA
Me muevo durante lo que me parece una eternidad (aunque sé que son sólo unos minutos). Finalmente, con una gran sensación de alivio, miro a través de la cortina de agua delante de mis ojos y distingo la cubierta térmica de la esclusa: sólo un poco más, y estaré a salvo. Una de las últimas instrucciones que recibí fue volver adentro inmediatamente, sin esperar a Chris. Según el protocolo, yo debería haber sido el último en entrar a la esclusa, porque fui el primero en salir. Pero ni Chris ni yo tenemos problema en cambiar el orden de reentrada. Moviéndome con los ojos cerrados, consigo meterme dentro y posicionarme para esperar el regreso de Chris. Noto movimiento detrás de mí, Chris entra en la esclusa y juzgando por las vibraciones, sé que está cerrando la escotilla. En ese momento, la comunicación para a Karen y por alguna razón, puedo escucharla bastante bien. Pero me doy cuenta de que ella no me puede oír porque repite mis instrucciones aunque yo ya haya respondido. Sigo las instrucciones de Karen lo mejor que puedo, pero cuando comienza la presurización pierdo todo el audio. El agua está ahora dentro de mis oídos y estoy completamente aislado.

Intento moverme lo mínimo posible para evitar mover el agua dentro de mi casco. Sigo dando información sobre mi salud, diciendo que estoy bien y que la presurización puede continuar. Ahora que estamos presurizando, sé que si el agua me agobia siempre podré abrir el casco. Probablemente perdería el conocimiento, pero en cualquier caso sería mejor que ahogarme dentro del casco. En un momento dado, Chris aprieta mi guante con el suyo y yo le doy el universal “OK” con el pulgar. ¡La última vez que me escuchó hablar fue antes de entrar en la esclusa!

Los largos minutos de presurización pasan y por fin, con una inesperada ola de alivio, veo la puerta interna abierta y el equipo entero reunido y listo para ayudar. Me sacan y Karen desabrocha mi casco tan rápido como es posible, levantándolo con cuidado sobre mi cabeza. Fyodor y Pavel me pasan una toalla inmediatamente y se lo agradezco sin oír sus voces porque mis oídos y nariz todavía siguen llenos de agua durante unos minutos más.

El espacio es duro, una frontera inhóspita y nosotros somos exploradores, no colonizadores. Las habilidades de nuestros ingenieros y la tecnología que nos rodea hacen que las cosas parezcan sencillas cuando no lo son, y quizá lo olvidamos a veces.

Mejor no olvidar.

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