jueves, 24 de octubre de 2013

Un día en la Estación Espacial Internacional

Cuarto de Luca / Imagen: ESA/NASA
La primera alarma suena a las 5:50 GMT, como cada mañana de lunes a viernes. Me sacude de unos sueños que nunca recuerdo. Todavía adormecido estiro mis brazos, que han permanecido doblados toda la noche, y automáticamente los saco por los dos huecos que hay a cada lado del saco de dormir. En el espacio, cada movimiento inicia una reacción en cadena, por lo que mi saco de dormir se encuentra atado a la pared con cuatro finas cuerdas para evitar que salga flotando. A menudo mi cabeza toca ligeramente el “techo” haciendo que mi cuerpo rebote lentamente en la dirección contraria hasta que mis pies tocan momentáneamente el suelo.

Ahora que mis manos están libres, me quito el antifaz que impide que pase la luz y abro la cremallera que me mantiene dentro de mi saco de dormir. Dentro de los cuartos de la tripulación todo está oscuro, a excepción de una tenue luz verde y azul proveniente de dos ordenadores y su conexión a la red de la Estación Espacial. Todo está en silencio hasta que me quito los tapones de los oídos y vuelve el familiar zumbido del ventilador que hace circular el aire.

Mi primer acto automático es encender el ordenador para leer la conferencia diaria que Houston envía por las noches. Este informe contiene los últimos datos sobre las actividades diarias, cambios de agenda, preguntas y respuestas a preguntas que les hicimos el día anterior. También contiene información fundamental en situaciones de emergencia y lo envío a la impresora para poder tenerlo disponible después. También imprimo una lista de la gente con la que hablaré hoy en Houston y Huntsville (EEUU), Munich (Alemania), Tsukuba (Japón) y el “Tsup” en Moscú (Rusia). Aunque siempre podemos utilizar distintivos de llamada, es más cortés llamar a la gente por su nombre de vez en cuando. Muchas de las personas con las que hablo en Tierra son instructores, compañeros y amigos.

Me pongo unos pantalones cortos y una camiseta de algodón. Al abrir la puerta de mi cuarto, me encuentro orientado de medio lado. Acostumbrado por la experiencia, me impulso hacia fuera y me empujo hacia el laboratorio Destiny con un único movimiento. El módulo Destiny sigue en la oscuridad aunque sé que Mike lleva un rato levantado. Al pasar por la impresora recojo la primera página del informe diario y la coloco sobre las otras encima del ordenador, que interactúa con los sistemas de la Estación que usaríamos en una emergencia.

Las luces siguen apagadas incluso en el Node1, pero el Node3 está encendido y Mike ya ha comenzado su rutina de levantamiento de peso en ARED. Le saludo en italiano, sonriendo, y como siempre, él responde en italiano. Ésta se ha convertido en nuestra rutina a pesar de que sólo lleva aquí tres semanas. Mike ha vivido en Italia y habla italiano con fluidez. El aseo está justo al lado de la máquina del ARED, pero el ruido del ventilador, junto con la música que Mike escucha mientras entrena, es suficiente para esconder cualquier ruido embarazoso que pueda ocurrir. Al salir del “baño” me muevo hacia otra pared en el Node3, donde se encuentran sujetas con velcro las herramientas para mi rutina matinal: una cuchilla, hojas de cuchilla, desodorante, un espejo, jabón y agua. Por razones obvias, no hay peines ni cepillos…

Es hora de preparar el desayuno: avena con canela y pasas y café, ambos rehidratados con agua. Mientras como, leo las noticias de ayer en la versión electrónica de un periódico italiano. Ya estaba enterado de algunas de las noticias gracias a internet, pero me gusta leer los comentarios de destacados periodistas.

Experimento BP Reg / Imagen: ESA/NASA
Todavía queda una hora antes del comienzo oficial del día, que empieza con la primera de las dos Daily Planning Conferences (conferencias sobre la programación del día). Decido empezar a preparar la primera tarea diaria, un experimento llamado BP Reg. Normalmente, seguiría a Mike y me ejercitaría por la mañana, pero este experimento proporciona mediciones muy precisas de la presión arterial, por lo que no me permiten hacer ningún tipo de ejercicio en las horas previas. Me dirijo al laboratorio Columbus y uso uno de los ordenadores para leer los procedimientos del experimento. Comienzo a recopilar los materiales y herramientas que utilizaré en las próximas horas.

Según estaba previsto, Fyodor comienza la Daily Planning Conference con Houston, Huntsville, Munich, Tsukuba y Moscú: “Buenos días desde la Expedición 36. Estamos listos para la DPC.” Los centros de control nos informan por turnos del día que está a punto de comenzar. Mientras tanto, encendemos las cámaras y les damos la bienvenida a bordo.

Continúo preparando el experimento en el Columbus encendiendo un ordenador y conectando los últimos componentes. Bajo la supervisión de Huntsville, donde siguen mis acciones a través de la cámara 2 en Columbus, me pongo sobre los muslos dos cintas que se inflan y reducen el flujo sanguíneo en la parte inferior de mi cuerpo. Tres minutos después, las cintas se desinflan rápidamente y mi sistema cardiovascular reacciona repentinamente para compensar el súbito aumento de flujo sanguíneo. Dos sensores de presión situados en mi mano izquierda graban todos los cambios para compararlos con la información de mediciones realizadas en tierra. El experimento reproduce las variaciones de presión que se producen al levantarse rápidamente después de estar sentado. La idea es medir el efecto de la microgravedad en el sistema cardiovascular humano.

El experimento continúa. Mientras hablo con el PayCom por el canal 2, oigo a Mike hablando por el canal 3, atareado con otro experimento llamado CFE en el Node2. Karen está ocupada con Spheres y trabajando en Kibo: de vez en cuando escucho sus comentarios también por el canal 2.

Después de unas dos horas, el experimento finaliza, pero tendré que esperar a mi vuelta a la Tierra para tener los resultados. Este estudio continuará más allá de mi misión. Termino a tiempo para devolver todo el equipo a sus compartimentos en la Estación. Ya es hora de comer y estoy hambriento, pero no puedo comer demasiado porque las primeras horas de la tarde estarán dedicadas al ejercicio e incluso en órbita se aplican las mismas reglas: mejor no realizar ninguna actividad extenuante después de una comida pesada. Me conformo con dos pequeñas tortillas de maíz, con relleno de atún, salmón y algo de verdura.

Decido comenzar mi ejercicio con ARED: el ejercicio de hoy consiste en tres series de levantamiento de peso que implican utilizar todos los principales grupos musculares.

ARED / Imagen: ESA/NASA
Tan pronto como levanto la barra sobre mis hombros, siento que los músculos de mi espalda se ponen a trabajar y mis piernas se ponen rígidas en tensión. Hace cinco meses que estoy en el espacio y mi cuerpo se ha acostumbrado por completo a la microgravedad: a mis músculos les resulta un abuso incluso un ligero calentamiento debido a que permanecen relajados alrededor de 22 horas al día. ARED se encuentra situada directamente sobre la Cúpula: una ventana al mundo que llena mi vista mientras hago esfuerzos levantando peso, por lo que olvido los dolores mientras me pierdo en los detalles que pasan “encima” de mí (ARED está cabeza abajo comparado al resto de la orientación normal de la Estación). Veo la costa de Tierra del Fuego en Argentina, con nieve mezclándose con las nubes y los fiordos de Sudamérica que parecen dedos. Veo el intenso azul de lagos a gran altitud, antiguos volcanes cuya lava negra se esparció cicatrizando cientos de kilómetros en sus alrededores. En unos segundos sobrevolamos las zonas más templadas de Argentina, la Pampa pronto se convierte en plantaciones en Brasil, que a su vez se convierten en selva tropical al alcanzar el delta del Amazonas. La Tierra es un carrusel caleidoscópico e interminable de tierras seguidas por océanos, una alternancia de contrastes y colores en constante cambio. Con este espectáculo olvidas fácilmente que estás cansado.

Cinta de correr (T2) / Imagen: ESA/NASA
Después de una hora y media de ARED, me preparo para el T2, nuestra cinta de correr. Me pongo el arnés conectado a dos cintas elásticas a la plataforma: cambiando la longitud de estas cintas puedo controlar la cantidad de peso corporal que tendrán que soportar mis músculos durante mi entrenamiento. Durante la última semana he estado configurando las cintas entre el 95 y 100% de mi peso porque quiero acostumbrarme a la gravedad para mi regreso a la Tierra. Pago el precio de mi elección con la cantidad que sudo. Durante los próximos 30 minutos siento mi cuerpo más denso de lo que estoy acostumbrado. Es como correr con alguien presionando con fuerza con sus manos sobre tus hombros, empujándote constantemente hacia el suelo.

El próximo trabajo del día es en el segmento ruso de la Estación Espacial Internacional, en el Vehículo de Transferencia Automatizado (ATV). Dentro de unos días cerraremos la escotilla por última vez y la ATV Albert Einstein nos dejará para desintegrarse al entrar en la atmósfera terrestre. El último acto de su viaje es liberar a la Estación de los desechos que se han acumulado en los últimos cinco meses. La ATV recoge tanto desechos sólidos como líquidos, orgánicos e inorgánicos. Mi trabajo de hoy consiste en organizar estos desechos siguiendo una cuidadosa coreografía en el sentido contrario a los procedimientos que Chris, Karen y yo realizamos hace meses cuando descargamos el cargamento de la nave.

ATV recién llegada
Cuando entro, Albert Einstein se encuentra tenuemente iluminada y silenciosa, casi como si estuviera medio dormida, esperándome. Me gusta trabajar en la ATV, disfruto del amplio espacio en el que me puedo mover libremente mientras reubico los distintos contenedores. Mike se suma un poco después y completamos el trabajo que teníamos asignado para hoy. Tenemos el tiempo justo para volver al laboratorio cuando la familiar voz de Fyodor comienza la segunda DPC: la conferencia vespertina. Preparo la cena mientras escucho a los centros de control: nueces, pechuga de pollo a la plancha, verduras y fruta. Una vez finalizada la conferencia, aprovecho una conexión satélite por banda Ku para hacer algunas llamadas. Llamo a mis padres como cada noche. He hablado más a menudo con ellos en los últimos cinco meses que en los tres años que pasé formándome para mi misión alrededor del mundo. No tenemos mucho tiempo hasta que la conexión se corta, pero no importa cuánto tiempo hablemos – ni es muy importante sobre lo que hablamos – el enlace de comunicación me permite formar una imagen serena de mi padre y mi madre escuchándome desde la Tierra.

Cena de domingo con la tripulación al completo
Cenamos rápido porque esta noche solamente estamos tres en la mesa – sólo cenamos juntos los seis un par de veces a la semana, ¡porque inevitablemente se nos hace tarde! Nos separamos para el poco tiempo libre que nos queda. Son sólo las 20:00, pero pronto me llegará el cansancio y todavía tengo emails que contestar, redes sociales que mirar y fotografías que catalogar, enviar y publicar. El tiempo pasa rápido mientras escucho algo de música. Divido mi atención entre dos ordenadores para intentar hacerlo todo a la vez.

Dedico un último momento de la noche a mi mujer, antes de apagar la luz y meterme en mi saco de dormir. Las cinco horas de diferencia horaria que hay entre nosotros nos separa más que los miles de kilómetros de vacío: ella está en mitad de sus actividades diarias y yo me estoy preparando para dormir. Kathy, con su infinita paciencia femenina, lo deja todo a un lado cuando llamo – los problemas de cada día que todas las madres y mujeres encuentran. Me ofrece unos minutos de serenidad, un momento que parece parar el tiempo, una pequeña joya de tranquilidad inestimable, una pausa del mundo que está hecha del mismo material que los sueños – pero al menos este recuerdo, permanecerá conmigo al despertar.

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