![]() |
Nube de gas formándose fuera de la atmósfera tras la desintegración |
Algunos quizá recuerden el final de una famosa canción de
hace muchos años que repetía insistentemente que cada imagen cuenta una
historia. Siempre me siento impresionado y emocionado viendo fotos de naturaleza,
ciencia y aviación, y las diferentes historias que cuentan algunas imágenes.
Recientemente me di cuenta de que mi interpretación de las fotografías era
incorrecta.
Nunca he sido un buen fotógrafo: no tengo el ojo artístico
de Karen, que captura detalles de extraordinaria belleza con la misma
tranquilidad y confianza con las que cose bonitos patrones a partir de
materiales improvisados. Ni tengo los conocimientos técnicos de Fyodor, cuyos
dedos, ahora en su cuarto viaje espacial, manejan las complejas cámaras
profesionales con confianza, cambiando los parámetros casi sin mirar. Yo
prefiero crear recuerdos – ligados a la emoción de avistar algo – antes que
intentar mejorar una imagen a través de una lente. Hasta ahora no me había dado
cuenta de que la historia más interesante está detrás de la cámara: la historia
más intrigante es la menos conocida, la del fotógrafo. Os quiero contar la
historia detrás de dos de mis fotos más recientes: la Aurora Boreal con las
grandes ciudades, y el rastro de un misil justo unos minutos antes de un vuelo
suborbital.
Luces de ciudad y aurora boreal
![]() |
Luces de ciudad y auroras |
Mike llegó a la estación hace sólo cuatro días y ya tiene
una rutina personal que le crea una sensación de bienestar, permitiéndole
contrarrestar el estrés de la vida a bordo, el cual es completamente diferente
a cualquier experiencia que haya vivido hasta el momento, a pesar de su larga
carrera en la Fuerza Aérea. Es sábado, y
todavía es temprano, pero Mike ya lleva levantado unas horas y casi ha
terminado su rutina diaria de ejercicio. Cuando entro en el Node3 le veo
sonreír, y le respondo con otra sonrisa: estamos en órbita, ¡y cada día es el
mejor día que jamás pudimos imaginar!
Me doy cuenta de que el módulo está bastante oscuro y
aprovecho un pequeño descanso en la rutina de ejercicio de Mike para volar a la
Cúpula. Las ventanas están cerradas pero fuera es de noche y no habría ninguna
diferencia si estuvieran abiertas. En el monitor de un ordenador veo que vamos
a cruzar la costa de Norte América y que nuestra ruta sigue la frontera entre
Estados Unidos y Canadá. El terminador está cerca y decido abrir manualmente
las ventanas: al igual que Pavel, nunca me cansaré de la indescriptible belleza
de un amanecer orbital, y aunque ya he visto cientos, decido quedarme en la
Cúpula, observando la constelación de luces humanas en la oscuridad que me
recuerda la presencia del ser humano en el planeta de abajo.
Girando mi cuerpo hacia el norte, el brillo verde azulado de
la Aurora Boreal hace que me pare en seco, literalmente, y decido que merece la
pena compartir este espectáculo con un amigo. Llamo a Mike, que ha terminado de
entrenar en el ARED y se está preparando para una sesión en nuestra cinta de
correr, T2. Le pido que venga a la Cúpula y apague las luces tras de sí.
Enciendo una linterna modificada con una lente roja para no perturbar nuestra
visión nocturna y guío a Mike hacia la ventana del norte. Sus ojos tardan un
momento en ajustarse a la repentina oscuridad. Después vislumbro su rostro
sonriente cuando percibe esta fantástica vista, una sensación de asombro que
puedo identificar muy bien porque nunca seré inmune a ella.
Siempre hay cámaras guardadas en la Cúpula y cojo una con
una lente de 50mm con la que he tenido mayor éxito tomando fotos nocturnas. En
la semi-oscuridad, ayudado sólo por la tenue luz que entra por las siete
ventanas, intento programar torpemente la cámara para capturar al menos una
pequeña muestra del show etéreo. Sólo una imagen me basta. El resto del
espectáculo permanecerá en mi memoria mientras la tenga.
Una sorpresa inesperada
![]() |
Lanzamiento de un misil visto desde el espacio |
Una de las muchas tareas de un astronauta en la Estación
Espacial Internacional es conocida por el acrónimo CEO o Crew Earth
Observation. Un equipo de investigadores en tierra estudia las órbitas de la
Estación y selecciona objetivos para fotografiar, indicando la hora del pase, las
coordenadas, el tipo de foto que deberías proporcionar y toda la información
que sea posible para encontrar el objetivo. Estos objetivos van desde ciudades
fácilmente identificables hasta cráteres de impactos que son absolutamente
indistinguibles de su entorno – todo a una distancia de aproximadamente 400km.
Esta tarea es voluntaria, pero el desafío de encontrar los objetivos es un
placer. Encontrar un objetivo particularmente difícil da una satisfacción que
debe ser similar a la de un apasionado coleccionista adquiriendo la pieza que faltaba en su colección. Mi tripulación tiene una rutina diaria y la
Expedición 36 ha excedido con creces todas las anteriores imágenes de objetivos
fotografiadas y enviadas a la Tierra.
Estoy en la Cúpula otra vez preparando una cámara en una
ventana que mira hacia el norte. La Estación está funcionando en horario de
trabajo por lo que todas las luces están encendidas. Mi próximo objetivo CEO es
la Aurora Boreal. Para evitar reflejos de las luces de la Estación, intento
construir una carpa para oscurecer la zona de alrededor de la cámara. Ya he
introducido todos los parámetros requeridos en la cámara, incluida la hora
estimada de la aurora. Con un poco de suerte podría fotografiar la secuencia
incluso sin estar físicamente presente detrás de la cámara: en ese momento
estaré ocupado con otra actividad.
La puesta de sol se acerca con rapidez. La luz dorada y
naranja que se refleja en los paneles solares atrae mi atención y no puedo
apartar la vista hasta que mis ojos se concentran en una imagen que es extraña
para la naturaleza: un humo que emerge recto y claro sobre el horizonte,
acentuado por los últimos rayos de Sol. A la naturaleza no le gustan las líneas
rectas, y esta inconsistencia ha guiado mi vista. Estoy viendo un lanzamiento
de algo, no sé de qué y no sé dónde, pero definitivamente es un lanzamiento. No
sé cuáles son las probabilidades de ver un lanzamiento de un objeto suborbital
sin saber los detalles del lanzamiento con anterioridad, pero instintivamente
diría que soy muy pequeñas: ¡es un caso extraordinario de estar en el lugar
correcto en el momento correcto!
Karen y Mike están arriba en el Node3, y me atrevo a apartar
la vista un momento para llamarlos. Ambos flotan hasta la Cúpula y compartimos
el pequeño espacio para observar al objeto mientras sigue su camino a través de
las capas altas de la atmósfera. Su rastro ahora está a la merced de los
vientos estratosféricos que distorsionan su forma, transformándolo en una serie
de segmentos que se retuercen, comenzando desde el suelo hasta alcanzar la negrura
del vacío estelar. Cojo una de las cámaras esperando que la configuración automática
baste para tomar buenas fotos, a pesar de que la luz del atardecer comienza a
desaparecer. Sólo dejo de disparar cuando el Sol se ha ido por completo, pero
no dejo de mirar. El objeto se desintegra ante nuestros ojos, y a cientos, o
probablemente miles de kilómetros, vemos una nube transparente de gas blanco
expandiéndose fantasmagóricamente en todas direcciones hasta que se aplana al
llegar a la atmósfera. Nos preguntamos qué acabamos de presenciar, pero ni
siquiera en el control de Houston lo pueden explicar.
Por la tarde descubrimos que fue un lanzamiento de prueba de
un misil ruso intercontinental lanzado desde Kazajistán. Los tres nos
sorprendemos por la increíble coincidencia que nos permitió observar un acontecimiento
tan raro. No estamos seguros de qué pensar. Por mi parte, estoy contento de
añadir otra preciosa pieza a la única verdadera colección que tengo, la única
que merece la pena: mis recuerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario