lunes, 15 de julio de 2013

Un paseo por el espacio


Luca durante la EVA
La esclusa está oscura y silenciosa como un templo, quizá uno dedicado a la tecnología. Al entrar, tiene el efecto calmante de una oración.

Todavía es temprano pero ya llevo levantado una hora. Despúes de afeitarme con más cuidado de lo habitual (no quiero hacerme ningún corte en la cabeza o la cara), tomo un desayuno especialmente grande – no habrá almuerzo hoy. Luego me giro hacia Chris, y debe haber leído la pregunta en mi cara, porque responde incluso antes de que tenga tiempo a hablar: “Sí, vamos allá”. En otras palabras, ha llegado la hora.

El primer paso hacia una EVA (actividad extra-vehicular) es una larga serie de procedimientos, diseñados para manteneros seguros. Después de habernos puesto una sub combination (una especie de ropa interior que nos cubre desde el cuello a los tobillos) y la LCVG (siglas en inglés de Prenda de Refrigeración Líquida y Ventilación), respiramos oxígeno puro durante unos 40 minutos para eliminar el nitrógeno de nuestros cuerpos. Mientras tanto, el equipo en tierra nos guía a través de una serie de comprobaciones en nuestros trajes EMU (siglas en inglés de Unidades de Mobilidad Extra-vehicular), que nosotros seguimos con especial atención: aunque había seguido estos pasos coreografiados muchísimas veces en tierra durante simulaciones, ahora es de verdad y pronto dependeré de este incómodo traje para sobrevivir fuera de la Estación. En el espacio. Es una idea tan increíble que mi cerebro no se para a pensarlo, y en lugar de eso me concentro en las actividades en marcha. El tiempo pasa volando, y de repente es hora para un último tentempié antes de ponernos los trajes. Durante unas 9 horas, no podré comer nada. Todo lo que tengo es una pajita de plástico que me permitirá beber mientras esté fuera.

Ponerse el traje espacial requiere un esfuerzo físico considerable, sobre todo para la parte superior. La sección del torso es rígida y apretada, especialmente para mí porque elegí una talla más pequeña para poder tener más agilidad. Y seré más ágil, pero el precio que debo pagar es tener que contorsionar mis brazos y hombros mientras empujo con mis pies tanto como puedo, hasta que mi cabeza cabe a través del aro de metal y mis manos entran por las muñequeras del traje.
Preparando los trajes

Karen y Chris unen la parte inferior de mi traje espacial (los pantalones) y después es el turno de que Chris haga un esfuerzo similar para meterse en su traje. Karen cierra y bloquea los cascos de ambos trajes tan cuidadosamente como puede, aislándonos dentro. Después pasamos a la segunda fase: el procedimiento de desaturación, durante el cual los trajes son llenados de oxígeno y se configura la esclusa a una presión de 10.2 psi. Mientras tanto, Chris y yo revisamos por enésima vez los procedimientos que seguiremos, centrándonos en cada aspecto de la salida, cada movimiento y cada detalle que estamos a punto de ejecutar. Las comprobaciones continúan su curso y los trajes están en perfecto orden. Lo confirma Houston, donde están siguiendo todo por telemetría, incluso nuestros datos biomédicos.

Fyodor llega para ayudar a Karen a instalar nuestro equipo y para ayudarnos a entrar en la esclusa sellada. Este área, ligeramente más grande que los dos trajes que llevamos puestos, no sólo debe alojarnos a nosotros sino también a todas las herramientas que usaremos para el trabajo de mantenimiento y los instrumentos que hay que sustituir. Enciendo la bomba para despresurizar el ambiente hasta 2 psi; después Karen abre una válvula para descargar el resto de la atmósfera. Parezco estar consciente de todo lo que ocurre a mi alrededor y me siento como si lo estuviera viendo todo a cámara lenta. De repente, me doy cuenta de que el sonido metálico cacofónico proveniente de nuestras herramientas flotando ha desaparecido. El sonido ya no viaja e incluso antes de que Chris me lo diga, sé que la despresurización está completa: estamos en el espacio.

Luca saliendo / Imagen: NASA
Con su calma característica, Chris abre la escotilla y tengo mi primera visión de la Tierra rodando bajo mis ojos. Mi visera es lo único que me separa y me protege de la ardiente luz. El azul cristalino es hipnótico, pero no hay tiempo para detenerse. Chris ya está listo para salir y en unos segundos está fuera. Ahora es mi turno. Con una calma ensayada y metódica, ejecuto cada movimiento como un bailarín sigue su coreografía, pero yo no estoy buscando el aplauso final -  sólo quiero estar seguro de no cometer ningún error. Cuando Chris me dice, “Vale, ¡estás fuera!”, sé que tiene una sonrisa en sus labios, aunque no puedo verlo porque ambos tenemos nuestras viseras doradas bajadas. Es de día, y la luz es tan pura y brillante que hace daño.

De repente, Chris se va, y yo cierro la tapa aislante que protege el interior de la esclusa. Houston me dice que me tome todo el tiempo que quiera para adaptarme, pero yo tengo otros planes: he decidido adaptarme mientras me muevo hacia mi destino: ELC2. Y tan pronto como comienzo a moverme, me doy cuenta de que no tendré problemas: me siento bien, relajado -  como pez en el agua en un entorno que debería sentir completamente extraño para mí. Sin embargo lo siento como algo familiar. Cientos de horas bajo el agua han tenido el efecto deseado. Mientras me muevo, veo que Norteamérica pasa debajo de mí, teñida con la luz del atardecer. Me siento tan bien que no puedo evitar sonreír. Pero mi sonrisa no dura mucho. Cuando llego a mi ubicación planeada para anclar el primero de los dos cables que me sujetan a la Estación, mis ojos empiezan a arder como si los hubiera frotado con jabón y se vuelven lacrimosos. Al principio no entiendo lo que está pasando: las lágrimas fluyen de mis ojos y me escuecen tanto que no puedo mantenerlos abiertos. Decido estabilizarme un momento para pensar. Sacudo mi cabeza de lado a lado – en órbita las lágrimas no ruedan por tus mejillas, se acumulan en tus ojos. Entonces entiendo lo que está pasando: durante los preparativos, limpiamos la parte interior de la visera con un agente antivaho. Por la baja presión, el producto se había evaporado y se debía haber metido en mis ojos, irritándolos. Sé que el efecto durará un par de horas y no hay nada que pueda hacer. Me resigno a la sensación de ardor y tengo que sacudir mi cabeza una y otra vez para parar las lágrimas.

Siguiendo la ruta que estudié tantas veces, llego al ELC2, la plataforma para experimentos y equipo instalado en una celosía a la derecha: es una gran estructura situada en la parte que está orientada hacia el negro espacio. Ya ha oscurecido y mientras subo soy consciente de que en este mismo instante, soy el hombre más alejado de la superficie terrestre, especialmente cuando me coloco “al revés” para tomar fotos de los dos experimentos que he venido a recoger: ORMATE y PEC -  dos plataformas de materiales expuestos al vacío.

Retirando un experimento
Para retirarlos, tengo que usar mis guantes presurizados con la mayor destreza. Cada vez que doblo mis dedos es como si apretara una pelota de tenis, y tengo que tener cuidado de no agotar a mis manos. Abriendo sólo un ojo – siguen lacrimosos – consigo desmantelar las dos plataformas y colocarlas en mi traje espacial para llevarlas de vuelta al interior. Shane, nuestro contacto por radio con tierra, nos dice que vamos 20 minutos por delante de la planificación y eso me da mucha confianza mientras engancho los dos experimentos dentro de la esclusa y recojo las herramientas que necesito para la siguiente tarea, que es instalar el APFR (Adjustable Portable Foot Restraint) en el Canadarm2. Realizo la instalación e ingreso en el APFR sin problemas, pero aún así, antes de dar a Karen el OK – ella está al mando del brazo robótico (Canadarm2) – para moverlo de la estructura, le pregunto a Chris si mis pies están correctamente sujetados a la plataforma: ¡son lo único que me mantiene unido al Canadarm!


Luca en el Canadarm / Imagen: NASA

Mientras el brazo se mueve a la primera de varias reubicaciones, un despliegue de belleza incomparable aparece ante mis ojos: atardecer en el espacio. Los colores absorben el negro, blanco y gris a una velocidad increíble en una explosión cromática. Estamos volando sobre el norte de África y el rojo, amarillo, morado y ocre llenan mis ojos de asombro. 

Durante la siguiente hora y media, soy transportado desde un lado a otro de la Estación por el brazo robótico, tanto en modo automático como manual, siempre con Karen en los controles. La tarea consiste en llevar dos enormes RGBs (Radiator Grapple Bar) desde su ubicación temporal para instalarlos en su ubicación permanente. Entre las etapas, desinstalo una cámara rota para llevarla adentro al finalizar la EVA.

En lo que parece un instante, llega la hora de liberarme del brazo y devolverlo a su estado inicial (retirando el APFR). Después me muevo a la punta de la ISS, el PMA2 – el viejo punto de acople del Shuttle - que necesita ser protegido con una cobertura térmica. Según nuestro plan, esta tarea requiere dos astronautas por las dificultades encontradas en tierra a la hora de manipular la cobertura. Pero Chris se ha encontrado con un problema: mientras instala el cable eléctrico, tiene que reunir todas sus fuerzas para conectar los extremos a la estructura de la Estación. El cable ha estado enrollado unos 10 años y ahora le cuesta enderezarse, así que Chris me dice que necesitará más tiempo. Me tendré que ocupar yo solo de la cobertura. Galvanizado por el reto ante mí, casi olvido donde me encuentro: justo en la proa de la nave, ¡y con toda la ISS detrás de mí! Cuando el sol sale una vez más me siento casi abrumado por lo que veo.

Autorretrato de Luca / Imagen: ESA/NASA

Pero no hay tiempo que perder porque el trabajo requiere mi completa atención mientras me muevo de un lado del PMA2, desabrochándome de un sitio y atándome inmediatamente a otro. Mis manos se están cansando, porque tengo que estar moviendo la cobertura para afianzarla a la estructura. No tengo ni idea de cuánto tiempo me va a llevar, pero cuando termino seguimos yendo por delante de lo planeado. Tomo un sorbo de agua, y después recupero dos de los contenedores que trajimos con nosotros y los vuelvo a meter en la esclusa. Instalo un tercer contenedor que permanecerá en el exterior una semana: lo volveremos a introducir dentro durante nuestra segunda EVA. Chris termina su última tarea, precursora de una de las que haré la próxima semana, y llego a la entrada de la esclusa. Antes de entrar no podemos evitar tomar algunas fotos. Después me vuelvo para echar un último vistazo a la Tierra, suspendida como una joya en el negro terciopelo del espacio, antes de entrar en la esclusa. En apenas unos minutos, Chris también está de vuelta y estamos listos para cerrar la escotilla.

Todo ha terminado en un instante. Han pasado 6 horas y 7 minutos.

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